Obra

Sans titre (figurants)

Leyenda

2009-2011
acción-instalación-archivo,
pequeños frascos,
borrador,
periódicos
Cortésía del artista y de Galerie Alain Gutharc

credits Marc Domage

Artista

Por

Texto

Esto es un antídoto.  Esto es un veneno.  Al mismo tiempo ilusión y fracaso.  Esto es todo lo que se ha dicho y todo lo que se ha callado. Sería peligroso y poderoso, si cuando habláramos, los objetos absorbieran nuestras voces, si entendieran lo que decimos.  La almohada a la cual le susurramos mientras dormimos podría ser robada por nuestros enemigos.  Nuestros teléfonos podrían volverse radioactivos con el lenguaje.  ¿Emanaría la bocina de Gandhi su ecuanimidad característica?  la del del banquero, ¿revelaría alguna codicia imperiosa?  la del sirviente, ¿hablaría de esclavitud (o quizá de una revolución secreta?)?

Puede que la muerte se arrastre por el tronco, pero el árbol sigue vivo. El borramiento se acerca más al final que la propia muerte, dejando incluso un hueco, una mancha. Ni siquiera Rauschenberg pudo desaparecer completo a un de Kooning. Las desapariciones dejan rastros. Este es el fin de todas las historias, estos rastros. La palabra “desaparición” absorbe las emociones de sus hablantes y las acciones de quien la pronuncia. Nunca he podido decir la palabra sin pensar en las almas perdidas o asesinatos políticos que susurran en sus sombras. Sus espectros silban al final de la primera sílaba, dejando tras de sí una mancha mojada al producirse la última.

Las cosas cambian incluso con palabras. Las palabras, de hecho, son cosas. Puede que la tinta o el lápiz no tengan tal memoria, pero en su espacio hay presencia y ausencia. Quien borra peca de borrador. Tiene una memoria distinta.

Estefanía Peñafiel Loaiza ha guardado en este pequeño frasco los cadáveres de borradores usados, empapados de desaparición, marcados pero mudos, arreglados como especímenes o especias.

Estos son monumentos y memoriales que celebran la corrección y el borramiento. Nos instan al éxito, a la claridad, quizá hacia la moralidad, pero también al fracaso, a la destrucción – incluso al crimen. He aquí un monumento al sacrificio humano – y a su fracaso. A cualquier miedo o utopía devenido en borrramiento, a todos los que desaparecieron.

Aún en esto que lees he borrado demasiado, batallado con el teclado, borro y pulso de nuevo. Creación, destrucción, creación, una y otra vez. Con el vaivén de mi muñeca se te han escapado pensamientos secretos, maniobras y tropiezos, errores sintácticos, gramaticales, espirituales. Aún aquí, los fantasmas de todos mis fracasos se encuentran. Y los fracasos que ni siquiera están en esta página, sino en otras, en otros sitios. Aquí están todas las cartas de amor escritas con el corazón destrozado. Aquí está cada ensayo final mal calificado. Aquí, el peor de los clichés, la oración tímida y perezosa. Por cada golpe del teclado hay una suma de todas las experiencias: estáticas, vergonzosas – cual nunca se vio. En realidad, nunca nada desaparece por completo.

Ciertos revolucionarios guían a sus discípulos hacia el horror de un año cero. Muchos criminales merecen un inicio dese cero. Con carta blanca, con esta licencia que tenemos para crear y destruir sin consecuencia, mi corazón se emociona y se llena de terror.